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Mostrando las entradas de julio, 2011

Pier 24

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Aparte del papeleo que me trajo esta vez a California (y las dos conferencias que me pagó mi actual trabajo) este viaje traía oculto la intensión de visitar un museo muy particular ubicado bajo el puente de la Bahía de San Francisco. El museo, propiedad del millonario San Franciscano  Andy Pilara , abrió las puertas el año pasado (justo despues de que yo dejara San Francisco) y cuenta con una de las mas grandes y mejores colecciones de fotografía de los Estados Unidos. Ubicado en el Pier 24 (muelle 24), esta localidad tiene la peculiaridad de funcionar gratuitamente, con la única condición de que la cita para la visita se tiene que hacer con antelación, ya puede ser por llamada telefónica o a través de su página web. La cantidad de personas que aceptan en cada tanda es muy limitada, lo que hace que la experiencia de ver las fotografías sea bastante íntima. Para esta visita la exhibición contaba con un salón dedicado a San Francisco, con fotografías de varios nombres cé

de regreso en San Francisco

Gracias a dos conferencias a las que me envió el trabajo, tuve la oportunidad de escaparme un par de semanas a visitar a mis amigos en San Francisco. CA. Volver después de un año de ausencia trajo sensaciones muy extrañas. Al acercarme a San Francisco comencé a sentir la nostalgia del año que ha pasado desde que me fui, de los amigos, las clases, los lugares que conocí acá. Al llegar a San Francisco todo esto cambio y de un pronto a otro sentí que nunca me fui de acá. Los locos en la calle, las "painted ladies", las bicicletas, el MUNI, el BART todo me pareció igual a como lo dejé el año pasado. La mayor motivación de esta escapada a San Francisco - aparte de saludar a las viejas amistades - es hacer el papeleo de la legalización de mi título de maestría por las autoridades en Costa Rica. Proceso bastante engorroso que involucra muchas firmas, tanto de la universidad donde estudié (en mi caso San Francisco State), la secretaria del estado en Sacramento y el cónsul de Cost

Natalie y el poblado de Mata Oscura

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A esa hora de la tarde el cielo oscuro hacia un extraño contraste con un mar, que por los pocos rayos del sol que lo lograban iluminar tenia una rara apariencia casi lechosa. El sonido de la fuerte brisa que iba arrancando las hojas marchitas de los arboles se mezclaba con los retumbos de los truenos de la tormenta lejana y con el constante sonido de las olas que reventaban en las arenas de la larga playa. Los bosques del Cerro Hoya, que unas horas atrás se lograban ver a la distancia, ahora se ocultaban bajo negras nubes iluminadas de vez en cuando por los relámpagos. Yo, frente al mar, en la hamaca de un humilde rancho en el caserío de Mata Oscura, esperaba ansiosamente la llegada del aguacero. El viernes pasado llegué hasta el poblado de Mata Oscura en búsqueda de Natalie, una voluntaria del Cuerpo de Paz de los Estados Unidos. Llegué después de pasar seis horas en buses, buscando en ella respuestas a preguntas que me he hecho en los años que llevo rodando de lugar en lugar. Natal