Natalie y el poblado de Mata Oscura

A esa hora de la tarde el cielo oscuro hacia un extraño contraste con un mar, que por los pocos rayos del sol que lo lograban iluminar tenia una rara apariencia casi lechosa. El sonido de la fuerte brisa que iba arrancando las hojas marchitas de los arboles se mezclaba con los retumbos de los truenos de la tormenta lejana y con el constante sonido de las olas que reventaban en las arenas de la larga playa. Los bosques del Cerro Hoya, que unas horas atrás se lograban ver a la distancia, ahora se ocultaban bajo negras nubes iluminadas de vez en cuando por los relámpagos. Yo, frente al mar, en la hamaca de un humilde rancho en el caserío de Mata Oscura, esperaba ansiosamente la llegada del aguacero.

El viernes pasado llegué hasta el poblado de Mata Oscura en búsqueda de Natalie, una voluntaria del Cuerpo de Paz de los Estados Unidos. Llegué después de pasar seis horas en buses, buscando en ella respuestas a preguntas que me he hecho en los años que llevo rodando de lugar en lugar. Natalie, con un grado universitario en Arte, hace dos años decidió cambiarlo todo por ayudar a manejar un proyecto de conservación y vivero de tortugas en la comunidad de Mata Oscura, un muy pequeño caserío perdido entre las costas del Golfo de Montijo, en la provincia de Veraguas en Panamá.

¿Que es ese impulso que hace a una persona habituada a las comodidades de una ciudad, lanzarse a lejanas tierras, dejando atrás familia, amigos y comodidades?

¿Será acaso impulsado por la búsqueda del “mundo real”, de los lugares donde el ser humano hace frente a la naturaleza con sus propias manos, sin la ayuda de teléfonos celulares, televisión y computadoras? ¿Sera que al llegar y formar parte de esa vida uno se logra sentir mas real, mas humano?

¿Acaso ese contacto con la naturaleza hace notar mas fácilmente lo genuino de las personas? ¿Será que en los lugares donde el lujo no existe, las personas no necesitan ocultarse entre tantas capas de formalismos y logran mostrarse mas fácilmente?


Disfruté al máximo los tres días que pasé en Mata Oscura, un fin de semana en compañía de Natalie, su gato, perros y las familias que forman parte del programa de Conservación de Tortugas de Mata Oscura.

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© Guillermo A. Durán S. - 2011

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