E.T.
Cuando yo tenía unos 5 o 6 años llegó mi papá un día muy emocionado a contarnos sobre su nueva adquisición. Entre el alboroto de su visible emoción sacó del carro una caja bastante grande con letras que decían SANYO y dentro de ella un casi mágico aparato con el que se podían ver películas en la televisión. Mi mama y yo quedamos asombrados al ver el reluciente aparato salir de la caja, luego mi papá nos dijo que se llamaba Betamax.
La mayoría de películas que conseguía mi papá en ese entonces eran patrocinadas por la única persona que tenia otro betamax en Nicoya, si mal no recuerdo un veterinario bastante amigo de la familia (que por cierto tenía una hija – Verónica - de la que pasé perdidamente enamorado mis años de niñez). Alguien le mandaba las películas al veterinario desde San José y el se las prestaba a mi papá.
A los pocos meses de la llegada del Betamax y para apaciguar la inquietud por ver películas de nuestros numerosos vecinos, mi mamá decidió una tarde ponernos a los niños del barrio una de las pocas películas que teníamos en “original”, una película que aún a mis 33 años puedo decir que me marcó profundamente: E.T. El Extraterrestre.
Curioso notar que la película no estaba en español y tampoco tenía subtítulos (aunque me imagino que poco habría servido porque en ese entonces yo apenas estaba aprendiendo a leer). Aunque suene increíble digo que a pura imagen y música entendí bastante bien la trama, tanto así que recuerdo perfectamente como al final salí corriendo de mi casa detrás del Hospital de la Anexión a subirme en los arboles de jocote donde jugábamos escondido y lloré incesantemente por el fin de la amistad entre Eliot y E.T.
A los años, ya en mi adolescencia, me tocó formar parte de la Banda de la Escuela de Artes Musicales de la Universidad de Costa Rica. Esto fue en la etapa cuando el director Juan Manuel Arana le dio por sacar un repertorio con un gran número de “exitos” de Hollywood. Entre su larga lista de musica de película tuvimos que tocar un resumen de la música de E.T.. Yo tocaba percusión y para esa pieza tenía que tocar platillos. Sonaban las trompetas, contaba unos cuantos silencios y slashhhh el platiyaso.
Con el pasar de los años sigo considerado a E.T. como una de mis películas favoritas y su banda sonora es sin duda mi favorita de todas las películas que he visto. Escuchando el disco que sacó John Williams con todas las piezas usadas en la película, sigo quedandome con la de los créditos finales. Ese piano del principio me recuerda aquellos años en la Nicoya de mi infancia, de vivir al lado de un río donde todos los días llegaban los monos congos a darnos “serenata”, de mis paseos en bicicleta por esas calles empolvadas, de las clases de natación con el profesor Loaiziga, de la escuela Leonidas Briceño y el parque Recaredo Briceño… de mis amigos del barrio: Choma, Arturo, Juanqui, Edwin, Paola, Celia y de mis papas en sus 30s.
Acá la pieza de los créditos finales:
La mayoría de películas que conseguía mi papá en ese entonces eran patrocinadas por la única persona que tenia otro betamax en Nicoya, si mal no recuerdo un veterinario bastante amigo de la familia (que por cierto tenía una hija – Verónica - de la que pasé perdidamente enamorado mis años de niñez). Alguien le mandaba las películas al veterinario desde San José y el se las prestaba a mi papá.
A los pocos meses de la llegada del Betamax y para apaciguar la inquietud por ver películas de nuestros numerosos vecinos, mi mamá decidió una tarde ponernos a los niños del barrio una de las pocas películas que teníamos en “original”, una película que aún a mis 33 años puedo decir que me marcó profundamente: E.T. El Extraterrestre.
Curioso notar que la película no estaba en español y tampoco tenía subtítulos (aunque me imagino que poco habría servido porque en ese entonces yo apenas estaba aprendiendo a leer). Aunque suene increíble digo que a pura imagen y música entendí bastante bien la trama, tanto así que recuerdo perfectamente como al final salí corriendo de mi casa detrás del Hospital de la Anexión a subirme en los arboles de jocote donde jugábamos escondido y lloré incesantemente por el fin de la amistad entre Eliot y E.T.
A los años, ya en mi adolescencia, me tocó formar parte de la Banda de la Escuela de Artes Musicales de la Universidad de Costa Rica. Esto fue en la etapa cuando el director Juan Manuel Arana le dio por sacar un repertorio con un gran número de “exitos” de Hollywood. Entre su larga lista de musica de película tuvimos que tocar un resumen de la música de E.T.. Yo tocaba percusión y para esa pieza tenía que tocar platillos. Sonaban las trompetas, contaba unos cuantos silencios y slashhhh el platiyaso.
Con el pasar de los años sigo considerado a E.T. como una de mis películas favoritas y su banda sonora es sin duda mi favorita de todas las películas que he visto. Escuchando el disco que sacó John Williams con todas las piezas usadas en la película, sigo quedandome con la de los créditos finales. Ese piano del principio me recuerda aquellos años en la Nicoya de mi infancia, de vivir al lado de un río donde todos los días llegaban los monos congos a darnos “serenata”, de mis paseos en bicicleta por esas calles empolvadas, de las clases de natación con el profesor Loaiziga, de la escuela Leonidas Briceño y el parque Recaredo Briceño… de mis amigos del barrio: Choma, Arturo, Juanqui, Edwin, Paola, Celia y de mis papas en sus 30s.
Acá la pieza de los créditos finales:
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