Lima y sus regalos de cumpleaños

Mis dos últimos cumpleaños han sido memorables. Más memorables que ninguno otro anterior y ambos vividos en mi muy apreciada ciudad de Lima.

Hace dos años, el mismo día de mi cumpleaños, ocurrió el reencuentro de la legendaria Fania All-Stars con Ruben Blades. Un solo concierto, únicamente en Lima, una reunión que según leí no se daba desde los años 80s. Dada la fecha y la importancia del evento decidí volar desde Panamá para ser testigo de ese memorable concierto. Escuché, desde las graderías del enorme Estadio Nacional de Lima, a Ruben, acompañado al piano por la leyenda Papo Lucca, hacer Juan Pachanga... "¡habla Papo!". Escuché al finado Cheo Feliciano con su inmortal Anacona, dirigida por un anciano Johnny Pacheco y acompañados por una banda que ya era la sombra de la legendaria Fania del Nueva York de los años 70s pero que a pesar de la avanzada edad de muchos de sus músicos, aún le ponía fuerte sabor. Ahí me di cuenta de la enorme importancia que tiene la música salsa en la vida del Limeño, muchísimo más que en Costa Rica, más que en Panamá o que en la comunidad latina de San Francisco.



Y como si eso fuera poco, el año pasado, a finales de octubre, al caminar por esas lindas librerías que rodean al Parque Kennedy del distrito de Miraflores en Lima, vi un anuncio que aún lo tengo muy claro en mi memoria: Philip Glass tocando en el Teatro Nacional del Perú, en un único concierto programado para el mismo día de mi cumpleaños. El concierto, para aún mayor sorpresa mía, era de Glass al piano acompañado únicamente por un violinista. A pesar del precio alto compré dos entradas, jamás podría dejar pasar un concierto así.

Semanas después, luego de que me cantaran cumpleaños y comer mi trozo de torta, y de salir un poco tarde de La Molina, recorrer la Javier Prado y llegar hasta la avenida Aviación, conocí finalmente por dentro ese enorme Teatro Nacional del Perú, uno de los teatros más bellos en los que he estado.

La experiencia de ver a Glass tocando en vivo y acompañado por el violinista virtuoso Tim Fain en ese hermosísimo Teatro Nacional fue realmente un hito musical en mi vida. Del repertorio de esa noche recuerdo muy claramente su Wichita Vortex Sutra #3, donde Glass mandó a encender las luces del teatro para que pudieramos leer del programa la traducción de la poesía de Allen Ginsberg, poesía que acompaña la grabación original, y que en este caso Glass reproduce sobre el piano... si, con la misma voz del poeta muerto. Memorable, realmente memorable.


Aclaro, como nota a pie de página, que escribo esto a manera de demostrar con hechos lo que siempre pensé en mis días en el Perú: que esa gris, desordenada, nublada, romántica y llena de sorpresas Ciudad de Lima me guardaba cierto aprecio.

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