Jardin de Cutris, un pueblo moribundo (1era parte)

Tratando de no olvidar nombres de amigos y lugares, hoy quiero recordar uno de los lugares que mas me llamó la atención en los alrededores de Maquenque. El pueblo se llama Jardín y cuando tuve la suerte de conocerlo estaba a poco tiempo de dejar de existir, solo le quedaba un maestro y una familia de 4 personas.

La historia completa de Jardín nunca me la contaron, pero se supone que hace algunos años era un pueblo con mucho más vida. Cuando yo lo conocí en el 2005 todavía quedaban varias casas en buen estado pero deshabitadas, y se suponía que para el año anterior el maestro Uriel había tenido más alumnos que únicamente a Roberto Carlos.

El pueblo grande más cercano es Coope-Vega del cantón de Cutris, un pueblo equipado con los servicios básicos a pocos kilómetros de la frontera con Nicaragua.La causa del abandono de Jardín fue la falta de trabajo. Originalmente el pueblo se fundó por la cría y engorde de ganado en los potreros que anteriormente rodeaban al pueblo. Luego de las políticas de incentivos forestales, la gran mayoría de potreros se reforestaron y la gente comenzó a vender sus tierras y a quedarse sin trabajo. Para el momento en que yo llegué, Roberto Méndez, el último habitante, vivía de la agricultura de subsistencia y de algún trabajo de mantenimiento muy rustico de las fincas vecinas (por lo general era limpiar los linderos de las fincas)


Roberto, ya en sus 40s, estaba casado con una nicaragüense que tenía muchos años en Costa Rica y la mayoría los había vivido en el pueblo fronterizo de Boca San Carlos (Jardín está a unas 3 horas de Boca San Carlos caminando por la montaña). Ella era una trigueña guapa y joven, de talvez unos 26 años. Tenían dos hijos: Roberto Carlos de unos 11 años y Daniel Antonio de unos 4 o 5.

Roberto Méndez entre gambas de árbol de almendro

Fue una excelente experiencia pasar esas 2 semanas conviviendo con el maestro Uriel, Roberto y su familia. El que me los presentó fue Claudio Cuyo de Boca Tapada y fue muy provechoso porque necesitabamos conseguir un guía en ese bloque de zona de estudio al oeste del Río San Carlos. Cuando llegamos a la casa de Roberto, él muy amablemente se ofreció a ser mi guía y a darme posada y comida en su casa. El rancho era sumamente pequeño, con solo dos cuartos. El maestro de la escuela también dormía en esa casa y a fin de cuentas teníamos que pasar la noche en el piso del comedor, con dos colchonetas, porque en un cuarto dormía Roberto y su esposa y en el otro los chiquillos.

Era gracioso que el maestro viviera en la misma casa que su único alumno y tuvieran que caminar más de 1km hasta la escuela solo por formalismos. Cuando le pregunté a Uriel porqué vivía con ellos me decía que prefería pagarles por la dormida y la comida de lunes a viernes, que irse a vivir solo en una zona tan deshabitada.

Ese Uriel era todo un personaje, ahí espero en algún día de estos escribir sobre él, de verdad valdría la pena hacerlo antes de que se me comiencen a olvidar los detalles.

Uriel en su escuela

En esos lugares donde el lujo no existe, uno no aspira a más que un arroz y frijoles para las tres comidas y dormir seco. El maestro y la familia de Roberto siempre fueron muy amables y la verdad la pasamos bien. Ir con Roberto a tomar los puntos que yo ocupaba para mi trabajo siempre era interesante. Sus historias, la vida en el campo, el olvido del pueblo, sus ideas de irse a un lugar mas poblado las tengo muy presentes.

¿Que será de ellos?


Roberto y su esposa, Daniel, Robertillo, Uriel y yo

Comentarios

  1. Seguramente sus pobladores eran migrantes nicaragüenses y se fueron donde había trabajo. Muchos imagino a Coopevega que crece con rapidez y cuenta con casi todos los servicios de un centro urbano.

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