Carajillo: Sahíno de Pital

Según me habían contado los que lo conocían mejor, la razón por la que se fue a vivir tan lejos del pueblo era para poder alejarse de la bebida. El hombre, a pesar de ser muy trabajador, tenia la extraña característica de poder dormir tranquilamente en los fríos pisos de los bares y cantinas de la región.

Claudio Cuyo de Boca Tapada me lo había presentado; el nombre desgraciadamente no lo recuerdo, pero todo el mundo lo conocía como Carajillo. En cuadraciclo lo fuimos a visitar entrando por Sahino de Pital. Recuerdo que cruzamos una quebrada y unos 15 minutos después un gran lodazal nos detuvo. Luego de dejar el vehículo al lado del camino y de unos 30 minutos de caminata por un trecho transitable únicamente en la época seca, vimos su pequeño rancho en una loma rodeada por potreros. Desde esa distancia pudimos oír los ladridos de un perro avisando nuestra llegada, señal que sirvió para que cuando finalmente llegamos a su casa, Carajillo sin mostrar mucha sorpresa nos recibiera con tazas de café.

Rápidamente le propuse el trabajo: cinco mil colones por día por acompañarme a caminar los bordes de las fincas alrededor de la propiedad que cuidaba; le pagaba más si me daba permiso de quedarme en su casa por la semana y media que íbamos a dedicarle a esa área del proyecto del Parque Nacional Maquenque. Para una persona que trabaja de cuidador de una finca en una zona tan remota este era un buen negocio, así que de muy buena manera aceptó la propuesta. Quedé de volver en unos días con bolsas de comida y los mapas de las fincas que teníamos que recorrer.

Ya los que lo conocían bien me lo habían dicho: Carajillo viviría en total soledad de no ser por su perro Negro y varios caballos y toros que cuida. La casa de su vecino mas cercano, un tal Chentillo, estaba a unos 20 minutos de camino. Este era otro cuidador de fincas pero que a diferencia de Carajillo vivia con su familia de varios hijos. Ambos se visitaban un par de veces por semana ya que la idea de salir al pueblo era bastante incomoda, unas largas 2 horas a caballo.

Por lo difícil del camino, un vecino del poblado de Sahino de muy buena manera me prestó una vieja yegua para no tener que lidiar con los lodazales en el cuadraciclo. Así que cargado de arroz, frijoles, pan y atunes, me fui en la pobre yegua a pasar semana y media viviendo con Carajillo.

En esos días fui conociendo poco a poco a ese hombre de escasa estatura, de 50ytantos años, que dejando décadas atrás a su familia en su natal Nicaragua, se atrevió a probar suerte en el norte de Costa Rica. Esos días los recuerdo con particular nostalgia, días que me hicieron conocer a una buena persona atrapada en una Costa Rica alejada de los cables de electricidad y teléfono, las tuberías de acueducto y las calles de lastre que muchos pensarían no son mas que imágenes de un lejano pasado.

Acá están las fotos de esos buenos tiempos:

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